Viaje hacia adentro

El viaje que todos deberíamos hacer.

Con la maleta sobre la cama, abierta por si hacia falta empacar algo de último minuto, repasaba la lista mental de cosas que eran necesarias llevar o que talvez serían de utilidad en algún momento, los días eran poco combinados con una agenda apretada de un viaje muy importante no daban espacio a ningún olvido.

Un viaje a un lugar exótico, que muy pocos han podido explorar, del que no vas escuchar en foros de turistas o ver cientos de fotos en las redes sociales. Había leído varias reseñas de personas que habían recorrido un camino parecido y sus envidiables testimonios hacían dilatar mis pupilas y saborear lo que estaba por venir.

Me subí en el banquito rojo para alcanzar dos libros que llevaría conmigo y al deslizarlos por el estante cayó al suelo una nota que había escrito hace un tiempo al regresar de una expedición por la costa de Irlanda:

“En esta tierra de duendes, leyendas y ovejas he encontrado la tinaja de oro al final del arcoíris, así es, estaba escondida en cada una de las cosas que vi, la gente que conocí, los trechos que caminé. En todo lo que aprendí y en las historias de las personas que hasta el momento no existían en mi contexto y ahora tienen rostro, nombre y apellido. Como leí por ahí, viajar no es sólo acerca de experimentar otras culturas, se trata de experimentarse uno mismo en un contexto totalmente nuevo, un viaje hacia adentro, que exige cerrar los ojos y mirar con el corazón. Atesoro el sol en sus costas, el sonido de las olas al romper con los acantilados, los barco que anunciaban su llegada al puerto y las gaviotas que entonaban el paisaje.”

Que oportuna aquellas líneas, pensé. Tomé los libros, doble la nota y alcancé un lapicero junto a una libreta con portada de pana para completar mi equipaje que en esta ocasión no incluía un ticket aéreo a tierras lejanas o un lujoso hotel a la orilla del mar, no. Esta vez se resumía a una casita a la cima de una montaña a menos de dos horas de distancia, en verdad el lugar era lo de menos. Este viaje era para mí y conmigo, lejos de la multitud y los ecos ajenos que a veces entorpecen la simple tarea de sentarnos y conversar con nosotros. Tan sencillo como saborear una taza de chocolate con una pisca de canela o el olor a tierra después de llover.

#YABASTA

Mi agenda tenía muchas cosas, la vida rápida y los compromisos que asumimos uno tras otros nos desvían un poco del viaje más importante de todos, el nuestro. El otro día leí que vivimos en dos mundos, uno el que nos rodea y que existe con o sin nosotros, que estuvo aquí antes de nosotros y estará después, el de otras personas y eventos. El otro sólo existe por y con nosotros a partir de cómo vemos el mundo y el papel que jugamos en él, uno tan único como nuestras huellas digitales, ese que recoge tus pasiones, creencias, esperanzas y talentos, y es ese que a pesar de estar tan cerca es el menos explorado. La mayoría de personas carecen de respuestas a preguntas sencillas cómo ¿Qué te gusta hacer? ¿Qué te hace feliz? ¿Cómo te imaginas en 5, 10, 15 años?.

Quiero decirles que para encontrar esas respuestas no es necesario solicitar visa ni comprar pasaje y son esenciales para entonces poder entender el mundo de afuera y despegar hacia otros lugares.

La búsqueda de la felicidad se parece mucho a un viaje exploratorio que empieza hacia adentro, contigo y tus circunstancias. Esta es la mejor forma de viajar, entender el mundo de afuera y, como dije en aquella nota, cerrar los ojos y permitirnos mirar y mirarnos con el corazón. Ahí es donde verdaderamente se esconde la tinaja de oro al final del arcoíris.

Cerré la maleta y me fui, a ese viaje para el que no se necesitan mapas.

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Ivanna

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