“La guerra es una masacre de gente que no se conoce para provecho de gente que sí se conoce pero no se masacra”
En el 2011 inició lo que fue denominado “primavera árabe”, una ola de protestas en contra de los regímenes totalitarios del Medio Oriente y Norte de África que había tomado auge a través de las redes sociales, teniendo su origen en Túnez donde más del 55 % de la población está compuesta por jóvenes menores de 25 años quiénes inconforme ante la falta de oportunidades, la opresión y la tangible desigualdad empezaron a utilizar el internet como un canal para la protesta y la congregación. Este furor se contagió y las acciones se replicaron en los países vecinos como efecto dominó.
Movimientos sociales, grupos espontáneos de personas, organizaciones que empezaron a movilizarse y reclamar sus derechos que consideraban pisoteados. Unos “muchos” que pedían a unos “pocos” un sistema más igualitario.
Estas demandas de justicia lograron desplazar del poder a figuras políticas como Gadafi en el caso de Libia, pero a su vez fueron acalladas violentamente por el gobierno sirio. Mientras algunos hablaban de la imposición de una democracia aparente, a mi entender el conflicto armado no había hecho más que comenzar, empeorar si se prefiere decir. Lamentablemente cuatro años después, esta crisis y todo lo que ella arrastra ha acabado por convertirse en una de las mayores catástrofes de la historia reciente.
Solo en Siria, un total de 215,518 personas (entre civiles, militares, milicianos y rebeldes) han muerto desde el comienzo de la guerra civil a mediados de marzo de 2011; según datos recopilados por la ONG Observatorio Sirio de Derechos Humanos.
Según el informe del ACNUR de 2015, más de 2,500 personas fallecieron en su intento de llegar a Europa por mar y más de 300,000 personas lograron cruzar el Mediterráneo. Las nacionalidades que sobresalen en este contexto son las de Siria, Irak y Afganistán.
Durante el levantamiento, el gobierno sirio ha tildado a la oposición de terroristas que tratan de desestabilizar al país. Los líderes de la oposición dicen que esto es solo es una forma de justificar los ataques del régimen. Están creando un espiral que parece no tiene fin. Una pelea de poder que cada vez se hace más grande, más fuerte y más difícil de manejar.
Que impotencia, que miedo, que dolor saber que mientras escribo estas líneas desde la tranquilidad de una isla en el Caribe hay gente que se han convertido en las víctimas fatales de una guerra de la que no son signatarios. Que viven con la muerte asechando sobre su hombro, que dejarlo todo y lanzarse al mar en busca de refugio en tierras extranjeras parece ser la única opción.
Así lo hizo Abdullah Kurdi, luego de que el Estado Islámico dejara su ciudad en ruinas. Para su calvario su historia terminó en un naufragio frente a la estación balnearia turca de Bodrum donde 12 personas perdieron la vida, incluyendo su mujer y sus hijos. En ese lugar fue hallado Aylan Kurdi, como si las olas lo hubieran arrullado hasta la orilla. La fotografía se ha viralizado y años de tragedia de repente tienen nombre y apellido. Aylan podría ser un hijo, un hermano, un sobrino. Su familia podría haber sido la nuestra. Dejan de ser un uno más, una cifra, para convertirse en una realidad cercana.
Ahogado en el mar de la indiferencia, de la injusticia y la hipocresía de los poderosos que pretenden buscar soluciones a un mal que ellos mismos han creado, que tratan de rescatar a los náufragos luego de haberlos empujado por la borda. Cruel. Irónico.
Según el portal europeo diario.es 90% de las armas que se utilizan en el conflicto han sido manufacturadas por los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, especialmente Rusia y Estados Unidos, de ser así ¿No son estos entonces parte de la raíz del problema? ¿No fue el mal uso de estas armas que llevaron a la familia Kurdi y a tantas otras a temer por su vida y tener que emigrar?
Mientras tanto la historia tiene muchas vertientes todos buscan echarle la culpa al otro y construyen su verdad a medias. Por ejemplo CNN acusa a Arabia Saudita y Qatar, de enviar armas a la oposición, a su vez que afirman que Estados Unidos solo está proporcionando asistencia no letal y humanitaria.
Sin embargo, el mismo New York Times afirmó que la mayor parte de la oposición armada, denominada “Ejército Libre de Siria”, ha recibido armas de fuego a través de Estados Unidos, Qatar y Arabia Saudi.
¿Quién está en lo cierto?
Lo que pareció el regocijo de un nuevo comienzo, eso que llamaron primavera árabe y que devolvió la esperanza a miles de ciudadanos de países que históricamente han sido conflictivos se marchita. Un éxodo casi bíblico se mezcla con lagrimas, sueños frustrados y el deseo inquebrantable de alargar la vida.
Ahora hablamos del tema porque una foto emotiva nos ha sacudido de la silla y los medios lo han puesto en boca de todos; pero dentro de unos días pasará. El problema seguirá siendo problema pero no noticia y el resto de la humanidad retomará su rutina como quien pone en pausa una serie después de varias temporadas. Bien lo dijo el Papa Francisco, quién alzó su voz en contra de la que tildó como globalización de la indiferencia.
“Hoy nadie se siente responsable, hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna, hemos caído en el comportamiento hipócrita [..]. Miramos al hermano medio muerto al borde de la acera y tal vez pensamos: pobrecito, y continuamos nuestro camino, no es asunto nuestro, y así nos sentimos tranquilos. La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar solo en nosotros mismos, nos convierte en insensibles al grito de los demás, nos hace vivir en pompas de jabón, que son bonitas, pero son inútiles, no son nada…”.
A pesar de que la ayuda humanitaria sea enviada, que recauden fondos y se ofrezca alojamiento a los que han sido desplazados, estas acciones son sólo un montón de curitas en una herida que lleva abierta mucho tiempo. La verdadera solución no parece estar en carpeta por ahora y lo que vemos en los medios es sólo la punta del iceberg. Un drama con desenlace incierto.
El papá del niño ahogado cuenta que en medio del mar y el caos su esposa e hijos “se le soltaron de las manos”. No dejemos que esta situación también se nos resbale y más vidas se pierdan, naufraguen en la injusticia de un mundo mal distribuido.






